S I N S E N T I D O S S I N C R I T E R I O

todo es mentira excepto lo que no queremos ver

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lunes, diciembre 31, 2007

de coscorrones y gente que no aprende

la niña debía tener unos 3 años. era rubita, con cara de mala, ojos de mala y sonrisa de mala. su madre le vigilaba sentada en uno de los asientos azules, agarrando el carrito con una mano y frotándose los ojos con la otra. estaba cansada, pero su niña no le daba tregua. el metro arrancó, y con el primer impulso la niña se tambaleó hacia atrás, titubeó, y luego apoyó su pierna también hacia atrás, recuperando el equilibrio mientras con las manos agarraba la barra metálica que tenía delante y que subía desde el suelo hasta el techo del vagón. la cara de susto le duró sólo unas décimas de segundo, porque enseguida se le dibujó una gran sonrisa y me miró de reojo, con expresión triunfante, como diciendo: "¿has visto? todo controlado"

llegó una curva cerrada a la derecha, y se repitió la escena, con distintos ángulos e inclinaciones. esta vez la madre, que seguía un poco ausente, se asustó e intentó agarrarla en mitad del proceso, pero para entonces la niña ya estaba de nuevo vertical, por sus propios medios. otra vez mirada de granuja. otra vez la misma sonrisa

con la confianza en sí misma renovada, soltó entonces las manos de la barra y se giró a un lado, hacia mi, riendo ahora descaradamente, con las manos en las mejillas. los ojos le brillaban y a buen seguro se sentía la reina del tren. yo le hacía caras raras y ella se reía aún más. en eso estábamos cuando de repente llegó el frenazo previo a cualquier próxima parada. totalmente desprevenida, y con el cuerpo mirando en la dirección equivocada, la niña se balanceó de golpe hacia adelante, cayendo sobre su costado derecho, y sólo el contacto de su cabeza con la barra impidió la caída. "clonc". el retroceso la dejó de nuevo en pie, y aún aturdida, alcanzó a extender los brazos y agarrar con ambas manos la barra metálica ambivalente, que hace un momento le golpeaba y ahora de nuevo le salvaba. la madre, alertada por el golpe hueco y sonoro, la miró y le soltó alguna recriminación resignada que no tuvo efecto ninguno

la niña se llevó una mano a la frente y luego se miró la palma. entonces dudó un instante, y rápidamente giró de nuevo la mirada hacia mí, soltando una risotada y enseñándome esta vez todos sus dientes blancos y desalineados

1 comentario:

Joan Guarch dijo...

...a veces no se aprende ni a hostias...