S I N S E N T I D O S S I N C R I T E R I O

todo es mentira excepto lo que no queremos ver

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domingo, agosto 31, 2008

¡...toooma...!


Por donde quiera que vas, el mundo está lleno de imágenes que sólo existen cuando tú las miras, y que llevan años descomponiéndose para ti. Hay algo erótico en su manera de despojarse de lo supérfluo, y mostrarte el armazón que alguna vez sustentó el color de su envoltorio. Esperan que les devuelvas la vida que hace tiempo no poseen, y cuando escuchan el click de tu A1 les sobreviene un último arranque de belleza. La foto verá la luz, pero tuyo es para siempre el recuerdo íntimo de ese instante de seducción.


sandinista!

Fin de semana viajero... Para digerir mejor los kilómetros al volante, un ejercicio de reencuentro con el disco maldito de mis amores. Dos pasadas, una a la ida y otra a la vuelta, a solas él y yo, enterito y sin pausas, completo en toda su gloriosa imperfección, para maravillarme una vez más con esa caótica manera de esgrimir la confusión como respuesta. Cuando no está claro qué hacer, hay que huír hacia delante: el avance se alimenta de errores. Sí, tiene alguna paja mental infumable. Si, cuesta oírlo del tirón. No, no es un disco perfecto, para eso ya está london calling. ¿Qué hace uno después de london calling? Despojarse de la vergüenza, asumir las propias debilidades, girar la perspectiva y romper las bases que sustentan el pasado. Experimentar, o lo que es lo mismo, vivir. Eso era the clash en 1980, un grupo totalmente permeable: rap, reggae, dub, calypso, pop, funk, soul, jazz, rock... todo en la misma coctelera, rompiendo límites y haciendo supérfluas las clasificaciones. Sandinista! es un monumento a la pasión, una demostración de poder, un reflejo sin trampa, un borrón orgulloso en mitad de la hoja, una respuesta perdida en los trazos borrosos de la genialidad.

sábado, agosto 30, 2008

momentos descapotables



cierre exacto del compartimento trasero, tacto sublime del cuero en las curvas, picor del sol besando mi cuello, sabores de ensueño en el retrovisor... boca entreabierta, cabellos al viento, estrellas de cine, momentos eternos


viernes, agosto 29, 2008

meterte donde no te llaman

Rodeado de total oscuridad, se arrastraba por la cañería esquivando los grumos de porquería que se habían depositado durante los años. En un momento dado, vislumbró tras un recodo la claridad inconfundible del amanecer, a través de una rendija por la que justo cabía su cuerpo. Sus patitas se apresuraron hacia la abertura, temerosas de que una fuerza superior la cerrara impidiéndole salir. Pero no, era libre. La textura rugosa de la pared le limpiaba los pies y le hacía cosquillas. Trepó rapidamente y sin darse cuenta superó el alféizar y cayó al suelo. Estaba dentro, en el balcón. Si hubiera tenido algo de sesera hubiera sabido que sus posibilidades de sobrebrivir eran remotas. Se le erizaron los pelillos al recibir de su espinazo un aviso de peligro. Miró a su derecha y allí estaba, encaramado a una silla de mimbre: el gato dormido. La vida se le escapaba por los ojos. Miro al otro lado, donde a un palmo escaso había unas zapatillas negras apoyadas en la pared. Se metería dentro. Eligió la más lejana por estar un poco inclinada, y alcanzó rápidamente su oscuro y seguro interior. Se encogió de miedo, esperando la embestida brutal del felino guardián, pero no pasó nada. Por fin sintió como el alivio le destensaba los músculos. El escondite era muy cómodo, y además olía a queso. Por desgracia él no era ratón, era cucaracha. Tanto se relajó que se quedó dormido. Cuando despertó un rato después, todo pasó muy rápido: el traqueteo, salir de la zapatilla, caer al suelo, oír un grito, y luego el golpe, doloroso, despachurrante, mortal de necesidad.

jueves, agosto 28, 2008

el bernardino

Si uno se fija ahí enfrente, entre los tejados y el cielo, con los ojos muy quietos enfocando a una distancia media, las manchas de azul y marrón se deshacen en la retina como si cruzara una cascada con los ojos abiertos. Las siluetas se deforman y en el calor del momento se funden con el aroma que sube contoneándose desde el plato hasta rodearme. Degusto el aire, recreándome en la lentitud de mi boca al recibir un primer bocado que, para no ser menos, licúa su sabor al sólo contacto con mi paladar. Sopla una brisa muy leve para evitar que me pierda con tanta humedad, porque aquí son muy sabios y los momentos así prolongados gustan mejor. En esta tesitura, el vino se presupone purpurado y voluptuoso. Exacto, así. Devolviendo la copa a la mesa, me dejo caer hacia atrás. Hay un gesto de aprobación a través del cristal, suave como la sonrisa que me trajo hasta este lugar.



tónica schweppes

La edad perfecta es aquella en la que no te importa lo que opinen de tu edad, aquella en la que ya no te sientes indestructible, ni crees que no has hecho nada ni que está todo por hacer. En la edad perfecta eres humilde para no ir dando lecciones, y orgulloso para no aceptar lo que te viene dado. En la edad perfecta, escuchas antes de hablar pero eres dueño de tus opiniones. En la edad perfecta no haces las cosas de cualquier manera: perfeccionas el método. No se aceptan imitaciones cuando se tiene la edad perfecta. Y lo mejor de todo, la edad perfecta no coincide con un número concreto de años, porque es un estado mental.

miércoles, agosto 27, 2008

gerhard berger

Barcelona 2008

Cómo pasa el tiempo, cuarenta y nueve tacos. Hace más de veinte años que, siendo mocoso imberbe, aposté la ilusión al 28, rojo... Muchas alegrías y algunos sustos después, queda el sabor de boca imborrable de las victorias más dulces. El último de su especie. Nos vemos en Spa!

Monza 1989


la encuestadora

La calle estaba repleta de gente, pero el capitán fonzollo se dio cuenta de que la chica lo había elegido a él. Armada de peto, gorra, pin, portafolios y bolígrafo, y con las piernas firmemente clavadas en el suelo, lo había fijado en su mirada, atenta a cualquier variación de su trayectoria. El capitán no tenía especial prisa, pero no gustaba de este tipo de abordajes sobre todo cuando se producían a pleno sol de verano. Bajó la cabeza e intentó el regate, pero con el rabillo del ojo vio cómo ella, implacable, variaba su ángulo de ataque para no dejarlo pasar. De niño, en el colegio, el capitán nunca destacó por sus dotes futbolísticas. Después de dos o tres cambios de dirección bastante torpes fue interceptado por la encuestadora, visiblemente decidida a conseguir su comisión.

-Perdona, ¿tienes tiempo para unas preguntas?
Silencio. Cabeza gacha.
-Perdona, sólo será un momento. ¿Tú crees en el más allá?
-¿Cóooomo?
-¿Has oído hablar de la iglesia del día final?
-¡Por favor!- clamó el capitán al tiempo que alzaba la mirada al cielo
-¿Qué pasa?- dijo ella con sonrisa fingida
-Pensaba que me ibas a preguntar algo serio...
-¿Te parece poco importante lo que ocurrirá cuando ya no estemos aquí?
-¿Tú qué crees, chata?
-¿De verdad no te importa?
-Se me ocurren millones de preguntas más importantes que esa
-Bueno, pues dímelas
-¿Adonde van las miradas perdidas?
-¿Perdón...?
-¿Los abrazos, son de corriente contínua o alterna?
-...
-¿Cuál fue la última conversación que tuviste con tu abuelo antes de morir? ¿Por qué tardan en llegar las cosas eternas? ¿Cuántas medias naranjas hay en el mundo? ¿Son simétricas las caricias? ¿Qué pasó en mi primer sueño? ¿Dónde nace un bostezo? ¿Cuántas lágrimas ahogan una flor?

El capitán alzaba un poco la voz con cada pregunta. Ella se acercaba cada vez más para escuchar sus palabras, atónita. La distancia entre sus caras era ahora de unos pocos centímetros, y se percibía con gran intensidad el sudor de la chica emanando bajo su camiseta verde. Era demasiado. De forma totalmente previsible, el capitán explotó.

-Oye niña impertinente, tanto que hablas del más allá, ¿por qué coño estás cada vez más aquí..?
-Mira, yo sólo estoy haciendo mi trabajo-, dijo ella intentando recomponerse
-Pues yo acabo de dejar el mío y créeme, te lo recomiendo...




media juventud

Junto al contenedor de la esquina, se me ha encogido el corazón al volver a leer nombres que evocan el burbujeo sónico de la pubertad: sony, maxell, fuji, tdk... Horas y horas de música, con sus consiguientes recuerdos adheridos, deshauciadas en el suelo a la espera de su verdugo, el camión de la basura. La música, a diferencia de la vida, tiene el encanto de poder rebobinarse con tan sólo un bolígrafo. Si el que no se entera estuviera aún por aquí me lo imagino arrodillado, arriesgando el pellejo en plena calzada, buceando en el hallazgo con ojos de plato, intercalando blasfemias con exclamaciones de admiración.

viernes, agosto 22, 2008

al ladrón..!!



ni yo mismo sé lo que guardaba dentro, y como no vuelvas a explicármelo, nunca me voy a enterar...

jueves, agosto 21, 2008

todo está en la cabeza

Ayer, miércoles, descubrí una cosa: que no odio los martes. Después de tantas veces en las que el martes ha sido una sucesión de gruñidos e ideas destructivas, resulta que lo que odio es "el segundo día de la vuelta al trabajo", honor dudoso que normalmente corresponde al martes pero que esta semana, por obra y gracia de mis vacaciones, ha caído en miércoles. Y puedo asegurar que tenía la misma tristeza cincelada en el ánimo, la misma negrura de miras, y las mismas ganas de llorar que cualquier otro miércoles, perdón, martes. Curioso, lo del segundo día, me suena familiar. ¿Qué tienen los segundos días? ¿A que se debe su horrible aura de fatalidad y dolor? La verdad, no conozco ninguna explicación al hecho de que todo empeore temporalmente al cabo de dos días... ¿dos días de qué? Ya no me valen los excesos del fin de semana como explicación, porque ultimamente soy un santo y ni por esas. Tampoco los cambios de tiempo, porque en esta ciudad no hay otra cosa (hmmmm, ¿será eso?). Lo dudo. Joder, es que no tengo motivos. Serán los prejuicios, seguramente. Son cómodos los prejuicios, siempre a mano para explicar algo que no queremos explicar, para evitar hacernos preguntas. Son muy cómodos los putos prejuicios, porque me regalan la excusa para poder tener "un mal día" una vez a la semana, y al que le pille cerca que se joda. Pues no. Va a haber que rascar un poquito, aunque pique, porque pica, y buscar las razones de ese poso recurrente de inquietud. Mierda, ya me he complicado un poco la vida yo solito. Maldito miércoles.

miércoles, agosto 20, 2008

frito me tenía (I)



si la fotografía fuera música, esto sería una versión


frito me tenía (II)

Creer e imaginar, no es lo mismo. No es lo mismo desear que esperar. Aceptar y dejarse llevar, para nada son lo mismo. No es lo mismo callar que no decir. Nunca es lo mismo que antes, no puede volver a ser lo mismo. Si nosotros ya no éramos los mismos, ¿cómo pudiste pensarlo? Siempre a vueltas con lo mismo, atascándote en los mismos peros que nunca te permitieron verme como soy. Volviste sobre tus mismos pasos, pero tiré de tripas y te pagué con tu misma moneda. Aunque casi ni me acuerdo, porque ya me da lo mismo.

frito me tenía (y III)

Mala sombra... Cuando te giraste para hablarme reconocí mi sufrimiento en el timbre de tu voz. Había bastante luz y me fijé en el rastro negro de tu mirada, mientras buscabas un agujero en el que cobijarte y sentirte segura. De tanto temerla se me hizo cómica la situación, y acabé saboreando cada segundo igual que aquel veneno que endulzaba la cantinela prohibitiva de tus besos. Se me hizo corta la observación transparente de tu cuerpo, se me hizo grande el peso de tus años en mi ausencia. Nunca fuiste persona de despedidas elegantes, pero aquel día algo se rompió en el infierno, porque te giraste y de tus cenizas surgió una rosa.

martes, agosto 19, 2008

frío

Demasiado apático para emitir un quejido. La mirada somnolienta apuntando muy a través de la pantalla, a un lugar tan lejano que está más allá del futuro, y en el que por tanto no hay nada. Así, lleno de nada, cuento los minutos como quien cuenta tonos de gris en el lúgubre cielo. Los únicos ruidos provienen de máquinas, y la ausencia de palabras es una losa que me aplasta el cerebro impidiéndome pensar. Hay nuevas corrientes pero viejas rutinas. Las jóvenes pescadillas pierden el ímpetu, cansadas de nadar engañadas hacia un remolino donde la única opción es hincar los dientes en su propia cola. Cada vez hay menos papeles en la mesa. No me interesa apuntar nada porque las pocas palabras que necesito caben en un suspiro. Pero aquí nadie suspira. Aquí la gente susurra en el auricular, separados por escasos metros, intentando averiguar por dónde vendrá el próximo movimiento, como viejos de un pueblo remoto sentados junto a la carretera. Aquí la gente se congrega alrededor de un teléfono para escuchar a uno a quien no le importan las cosas importantes. Aquí las ventanas no se abren, y el puto chorro de aire acondicionado perfora el ambiente con su soplido paralizador. Hace frío en el infierno. Hace un frío de cojones en el edificio inteligente. Pero no hay que desesperar, porque somos afortunados. Cuanto más inteligente es el edificio, más tontos son los afortunados que renuncian al calor, a los suspiros, al futuro y a las ventanas abiertas.

lunes, agosto 18, 2008

cuántas noches borrosas...


de un año para otro, cambia el color del cristal y permanecen los destellos

viernes, agosto 15, 2008

FAQ - consultorio cívico


¿Por qué hay gente a la que no le importa ir chocando con los demás por la calle?

Todos los conocemos. Son personas que, ignorando las leyes básicas de la física, piensan que es posible cruzarse con otros transeúntes ocupando el mismo volumen espacial sin que se produzca colisión alguna. No realizan ningún esfuerzo por evitarla, y dejan a los reflejos de su oponente la tarea de buscar trayectorias no coincidentes, que en algunos casos pueden suponer bajar a la calzada justo cuando pasa el 64, empujar a un abuelito cojo, pisar una caca de gos o restregar la camisa blanca contra la pared del edificio adyacente. La respuesta a este curioso fenómeno es bien sencilla: todos los seres humanos poseemos una glándula, ubicada en el pie izquierdo, que es capaz de variar la orientación de nuestros pasos para evitar un obstáculo al caminar, incluso aunque el cerebro no se haya dado cuenta de su presencia. Pero hay personas que, debido a una malformación genética, no poseen esta glándula, y son precisamente los arriba descritos los sujetos afectados por dicha malformación. Se la conoce como glandulae imbecilis, o glándula de la buena educación.


¿Por qué algunos escotes veraniegos son tan absolutamente exagerados?

Esto es debido pura y llanamente a un afán de llamar la atención. Por mucho calor que haga, no se entiende la utilidad de llevar prendas que permitan a una gota de sudor nacida en la papada alcanzar el ombligo sin ser interceptada por ningún trozo de tela. Esto no es necesario mamita, es grotesco, es de mal gusto, y vas a pasar calor igual por la acción directa del sol en tu piel. Si de ponerse morena se trata, a la playa patos y allí enseñas lo que quieras. Pero si coincidimos en el vagón de metro, donde por cierto no hay sol y hace un frío de la ostia, no metas tus sudorosas tetas debajo de mis narices porque me ofuscan. No hace falta, de verdad. Y si quieres poner cachondo al personal, recuerda, menos es más.


¿Por qué los taxistas no respetan las normas de tráfico?

Da igual, no intentemos entenderlo. Alguien que es capaz de escuchar la cadena cope durante 10 horas seguidas no merece odio, sino compasión. Sus cerebros están devastados y les resulta imposible alcanzar un mínimo nivel de coordinación psicomotriz. Si un taxi se cruza en vuestro carril de forma imprevista no le pitéis, saludadle con la mano para que vuestro cariño le ayude a esforzarse un poco más en la próxima intersección. Si un taxista os hace bajar del coche a mitad de trayecto con cualquier excusa derivada del tema de vuestra educada conversación, no os alteréis, insistid en pagarle el importe acumulado y recordadle que jesús es el camino. Si un taxista os regala folletos de su secta, agradecedlo sinceramente y deseadle un feliz viaje de vuelta al manicomio. Los taxistas nos necesitan, hagamos un esfuerzo por ellos. ¿Acaso no hay veces que cuando aparece uno, lo besaríamos? ¿Qué mejor signo de la existencia de un ser superior? La cope lo anunció primero.