S I N S E N T I D O S S I N C R I T E R I O

todo es mentira excepto lo que no queremos ver

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miércoles, junio 04, 2008

el nombre del hijo

El vetusto reloj pareció temblar por un momento antes de que el carrillón comenzara a enumerar con parsimonia las cinco de la tarde. El sol de junio caía en picado sobre la fachada, colándose a través de los agujeros de la persiana de madera y proyectándose enfrente, sobre la pared del salón, en forma de cientos de puntos de luz irregularmente distribuídos. Sentado en el sofá, el vecino sujetaba una copa de brandy con la mirada perdida más allá de la penumbra que le rodeaba. Estaba sólo. Su mujer llevaba una semana cuidando de un familiar muy mayor, y al viejo se le acumulaban las horas de la tarde entre recuerdos vidriosos, alcohol y tabaco cubano.

No entendía muy bien el motivo de tanta melancolía, pero estaba claro que su cabeza le quería jugar una mala pasada. Alguien de su experiencia, con cincuenta años de servicio en el KGB, supuestamente no podía tener este tipo de recaídas, debilidades de la memoria, y saberlo le hacía sentirse aún más recluído y quisquilloso. Ser consciente de su propia vulnerabilidad le molestaba sobremanera. ¿De qué valía plantearse ahora la validez de toda una vida dedicada a una idea? ¿De qué valía haber sacrificado el futuro, que era ya un presente irrevocable, por una lucha de dudosa legitimidad? ¿Por qué sentía que había dejado de cumplir su mayor objetivo como persona? Pensó en su mujer, calladamente aceptando una vida insuficiente por amor a él, y pensó en qué sucedería cuando ellos mismos necesitaran de alguien que agarrara su mano hasta el final: estarían sólos en el momento más triste. En el último tramo de la vida, el viejo se sentía incompleto y no podía hacer nada por remediarlo. Había un nombre impronunciable que sólo existía en su arrepentimiento.

Fue a beber pero en la copa ya no había suficiente para un trago. Se levantó y se acercó al armario para servirse, cuando sonó el timbre. "Bah", pensó mientras negaba con la cabeza cualquier posibilidad de molestarse en abrir. El timbre duplicó el intento, y entre negaciones cabizbajas el viejo se arregló la camiseta y salió al pasillo. Abrió la puerta sin enceder la luz del recibidor, para que el inoportuno visitante no se asustara de su aspecto, pero en el rellano no había nadie. Sacó la cabeza y miró a ambos lados, desierto. Extrañado, cerró y volvió al salón. Mientras cogía la botella echó un ojo por la rendija de la persiana, y observó una pareja de jóvenes saliendo del portal y cruzando la calle hacia abajo, cogidos de la mano. Los veía de espaldas, pero la chica le pareció muy bonita, y al otro granuja lo reconoció al instante. Algo de ese instinto paternal frustrado le encogió el pecho con una mezcla de pena y orgullo.

"Parece que no todo va mal al mismo tiempo", pensó mientras se regalaba un prolongado trago de brandy.

1 comentario:

Joan Guarch dijo...

...que corazoncito que tienen este hombre, coño...

...cada día, soy mas fans de su vecino...

...por cierto, capitán, me encantaría que me presentase a su grumete femenina...