S I N S E N T I D O S S I N C R I T E R I O

todo es mentira excepto lo que no queremos ver

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lunes, junio 16, 2008

happy mondays

"Recalculando tiempo estimado". La puta pantallita llevaba un siglo recalculando el tiempo estimado, tanto que parecía haber sobrepasado su vida útil. Miró por encima del hombro, pero ni rastro del segurata. Para el que no se entera, el amigo musicófilo del capitán fonzollo, el lunes había empezado de la peor forma posible. De hecho venía torciéndose desde el momento en que había abierto los ojos. Sin desayunar por desabastecimiento absoluto del frigorífico, y con unos calcetines usados de varios días, le dolía la cabeza y el metro no llegaba nunca. De repente un ruido, por fin.

Entró al vagón, ocupó de pie el poco espacio libre, y notó el gélido chorro de aire acondicionado sobre su cabeza. ¿Por qué tenía que pasar frío en verano? La gente no entiende, la gente está loca. Aquello empezó a moverse. Al principio, el que no se entera adoraba los nuevos vagones: modernos, silenciosos, con su cabina transparente y sus cientos de lucecitas, pero ahora los odiaba por esa maldita luz fluorescente que torturaba sus ojos legañosos por las mañanas. El era un hombre-vampiro, un animal de penumbra. La vieja de al lado no paraba de darle golpecitos con el bolso, y los músculos del cuello se le tensaban por momentos. El trayecto hasta la estación central se hizo eterno. Al llegar, se adelantó dispuesto a salir el primero. Apertura. Al otro lado, un muro infranqueable de cuerpos ocupaba todo el ancho de la puerta. Sobre ellos, cabezas de pasmarote mirándole inmóviles. Pensó: "¿Qué queréis, que salga volando?". Los había jóvenes, viejos, blancas y negros. La mala educación no entiende de sexo, de edad ni de inmigración. Después de un momento de tensa espera, el que no se entera dio un pasó decidido al frente intentando hacerse lo más ancho posible, y pegó un buen empujón al menos a cuatro de los que le impedían el paso. El más bajito casi rueda por el suelo. Escuchó una serie de "¡eehhhhs!" y "¡halaaaaas!" tras de sí, y por primera vez aquella mañana perdió los nervios: "¿Y POR DONDE OSTIAS QUEREIS QUE SALGA, PANDILLA DE GILIPOLLAS?". Silencio.

El que no se entera dio media vuelta y echó a correr, porque renfe cuando llega a tiempo nunca espera. En la escalera mecánica, dos universitarias con claros signos de obesidad hablaban animadamente una al lado de la otra, ocupando todo el espacio con sus enormes culos. Decidió que esa mañana se iba a inflar a dar empujones... Al llegar arriba, giró apresuradamente la esquina y casi se cae al tropezar con un perro bastante fiero que empezó a ladrar dentro de su bozal. Al otro lado de la cuerda había un empleado de la compañía de transporte, fatídica maquinita en ristre. Intentó ignorarlo pero era demasiado tarde. "¿Me permites el billete?". Las gordinflonas no pudieron evitar una sonrisita asquerosa cuando pasaron a su lado y le vieron la cara.

1 comentario:

Anónimo dijo...

capitan en pura esencia!