S I N S E N T I D O S S I N C R I T E R I O

todo es mentira excepto lo que no queremos ver

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martes, julio 01, 2008

armaggedon

Se sabe que no es un día normal cuando el sol aparece antes de hora por el sitio equivocado. A las siete de la mañana la temperatura es infernal, y la ciudad se despierta asfixiada en la ignorancia de lo que se avecina. Mientras la luz va ganando en intensidad, comienzan a combustionar espontáneamente los carteles de se vende piso, a prender fuego los contenedores, y las cacas de perro derretidas forman putrefactos riachuelos que corren paseo de gracia abajo. A media mañana, el cielo está cambiando de color cada pocos minutos. Las palomas caen muertas en pleno vuelo, inundando las fuentes de plumas negruzcas. Atruena el sonido de la cope por las esquinas del eixample, al dispararse de manera incontrolable el volumen de las radios en los taxis. A los taxistas se les funde el cerebro y comienzan a conducir bien, ante el estupor de la ciudadanía. Al alcanzar los cincuenta grados el desconcierto es ya total. Los animales han escapado del zoo y arrasan la ciutat vella, atacando a los turistas que se cruzan en su camino. Las ambulancias atropellan a los peatones, por intentar llegar demasiado rápido a los avisos de infarto. Las abuelitas observan aterrorizadas desde sus ventanas, santiguándose y mirando al cielo, mientras éste les niega sus plegarias degradándose lentamente del rojo apocalíptico al negro abismal. Es mediodía. Corren rumores de que la clase política ha perecido intentando escapar por las alcantarillas, devorada por cucarachas del tamaño de elefantes. El calor está fundiendo ahora los cristales de los edificios. El líquido ardiente cae a chorretones sobre las personas que corren desconcertadas por las calles, en una macabra alegoría medieval. Las peores horas de la tarde aguardan, ya sólo los tontos tienen esperanzas de sobrevivir. El mar ha comenzado a hervir y se funden los cimientos de la barceloneta. Cientos de edificios comienzan a derrumbarse. A los guardias urbanos les estalla la cabeza cuando intentan multar a los conductores que no respetan los límites de velocidad por huír del asfalto que se derrite a su paso. La piedra de las construcciones más emblemáticas se está deformando hasta adoptar nuevas e inquietantes formas. La catedral parece una lanza, la sagrada familia un tridente, el camp nou un caldero ardiente. En pedralbes, los jardines se han teñido de rojo por la hierba quemada y la sangre de los insectos achicharrados. En los bloques de oficinas los termostatos de aire acondicionado, previamente programados, intentan compensar el aumento de la temperatura con chorros de aire aún más gélidos si cabe. Los oficinistas mueren congelados en bloques de hielo grisáceos, para inmediatamente derretirse por el efecto ya imparable del calor sobre las estructuras de aluminio. A las ocho en punto de la tarde comienza a amainar el fragor infernal. La estación de sants luce enormes socavones en gran parte de su estructura. Justo en ese momento hace su entrada en la vía nueve el ave procedente de madrid, dos minutos sobre el horario previsto. Los pasajeros se dirigen raudos a las ventanillas para reclamar su devolución, pero sólo encuentran el anuncio de huelga del personal de renfe, en carteles deformados con las esquinas chamuscadas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

me he reido...siempre viene bien...

gobelinn

Joan Guarch dijo...

...buena manera de morir han tenido tanto los políticos, como los taxistas...

...Génesis!!!...Meteorito, ya!!!

Anónimo dijo...

Jo jo