S I N S E N T I D O S S I N C R I T E R I O

todo es mentira excepto lo que no queremos ver

.

jueves, julio 17, 2008

the furs

Qué cojonazos los míos para colgar la crítica de un concierto que lleva un mes difuminándose en mi recuerdo. Psychedelic Furs tocaron en una sala bikini a la que se accedía de modo intergaláctico por un revirado tunel de cemento. No frecuento, pero me comentaron que las obras duran ya un año. Tres cuartos de entrada y bastante arruga entre artistas y público para un concierto de rock por su sitio. Haciendo un poco de historia diré que los furs fueron grupo de referencia en la nueva ola de principios de los ochenta, para luego difuminarse en la inevitable y algodonosa neblina del sonido sobreproducido y ultrasintetizado que asesinó aquella década tres o cuatro años después de su comienzo (a día de hoy sigue siendo la década más corta de la historia, lo sé, la viví y realmente se hizo muy corta). El grupo se presentó con formación clásica voz-guitarra-bajo-batería-teclado y un muy ochentoso saxofonista (Mars Williams) que enseguida dejó claro a qué venía con una intro crepuscular que nos puso como motos: venía a jugar al rasca y gana con nuestra médula espinal, así que si alguna vez os cruzáis con él estad avisados. Al mando, Richard Butler con su voz afónica característica y de bastante buen rollo, lanzándose a por ese pedazo de repertorio del que disponen con tan sólo recurrir a sus dos primeros discos, Psychedelic Furs (1980) y Talk Talk Talk (1981). Empezaron con Into you like a train y a partir de ahí fueron cayendo las perlas: Imitation of Christ, Pretty in pink, Dumb Waiters, Sister Europe, I wanna sleep with you, India... Sonaron oscuros pero accesibles, consistentes, despiertos, anclados no en el pasado sino en su autenticidad, que viene a no ser lo mismo. Incluso el sonido de temas de su epoca más comercial como The Ghost In You se contagió de la aspereza necesaria para expandir la gama de negros sin ser lastre para nada. Ninguna queja con la potencia de la batería, y luego Mr Williams abrasando cada canción con su marciana interpretación de hasta donde se puede llenar el sonido de un grupo de rock con un saxo sin hacerse empalagoso, e incluso eclipsar la guitarra por registro, rasgado, ruido, rabia y todas las erres que se me ocurran. Si me oyera el que no se entera me pegaría una colleja, pero si oyera a los furs en directo se le iluminarían los ojillos. Por cierto, recuerdos.


1 comentario:

Joan Guarch dijo...

...corta, corta, pero aun da sus coletazos...